Por más que buscaran, ni Eva ni su amante encontraban la llave de la caja metálica de color negro que con tanto sigilo escondiera el marido de ésta. El tiempo apremiaba, pronto estaría de vuelta y tenían mucho que perder si no conseguían las fotos que había dentro… El reloj seguía su avance inexorable, aquellas fotos reflejaban la traición de ambos, la de ella como esposa, la de él como amigo y socio… Se jugaban por un lado unos bienes que a Eva le vendrían muy bien para su ambición y, por el otro, la continuidad de su amante en la empresa. Sin fotos, todo podría dar un giro, el divorcio no traería ni mala prensa ni vaciaría los bolsillos de Eva.
Habían registrado cajones, armarios… Todo, excepto la bonita pastilla de jabón color rojo, en forma de rosa, que lucía solitaria en una esquina de la bañera… Entre sus pétalos de cera, envuelta en perfume, dormía la llave deseada…
Celsa Barja
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